[Su cualidad más grande]

No sabría cómo describirle exactamente. 

No es que hiciera una gran entrada cada vez que aparecía en algún lugar. No es que su presencia se notara. Por el contrario era torpe, se tropezaba por todos lados o se golpeaba en las paredes. Y eso causaba ciertas risas. 

Tampoco era el pelo lo que más resaltaba. Su cuerpo era más bien entre delgado y gordo, como normal, como adolescente en proceso. Su cara, hmhmhmh, su cara era como la de cualquier otra persona, se confundía en la multitud. Perfectamente pasaba por alguien que vivía en tu mismo vencindario. Hacía caras graciosas, ¡sí!, es cierto, jajajaja tipo emoticon. A lo mejor eso llamaba la atención... sí, quizá eso, eso era. Esa era su espe... 

¡No!

No eran sus graciosas caras. Era su sonrisa. Cualquiera que le hubiera visto sonreír habría pensando que era una más del común, pero no.

No sé ni cómo explicarlo, porque tampoco sus dientes eran perfectos, ni siquiera eran blancos, un poco chuecos y torcidos, con labios contradictorios -algo así como delgados pero carnosos- y una boca pequeña. Pero su sonrisa... ¡Por Dios! Qué sonrisa. 

Era una sonrisa franca, auténtica, cálida... 

Esa exposición de sus dientes liberaba su alma, el tiempo se detenía e iluminaba todo el espacio a su alrededor. Entonces sí notabas que estaba ahí, te obliga a volver a ver y quedabas hipnotizado de las líneas de sus labios. No te quedaba más que responder con otra sonrisa; pero una boba, chiquitita, intimidada, admiradora, reveladora... casi, casi, casi jejeje desnuda porque te daba tanta confianza que no importaba nada más -te sentías simplemente humano y simplemente divino-, a pesar de que sabías que no podías igualar su sonrisa.

¡Sí! jejejeje. Eso era: Su sonrisa. Esa era su mejor cualidad.

Despertarse y dormirse con su sonrisa eran mis momentos favoritos del día. Yo le hacía cosquillas, le contaba chistes, le robaba besos, le abrazaba, le escribía papelitos, me hacía el tonto... todo para que me regalara su sonrisa, sentirme vivo y hacernos felices. 

¡Por Dios.... Qué sonrisa!

Recuerdo que una tarde una desconocida en la calle le dijo: "No sé si los ángeles sonríen, pero si lo hacen, deben tener su sonrisa". Entonces, me le quedé mirando y asentí con la cabeza  mientras, frente a mí, su rostro se sonrojaba e iluminaba todavía más.

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