[Como cantan las ballenas]

Un día le dije a mi mejor amiga -en un arranque de deseos que uno tira al aire sin reflexión alguna más que el impulso-: "Quiero bucear", ella -como ya es una mega ultra hiper DiveMaster- me respondió: "chivo". 

Una semana más tarde me manda una imagen: Open Water al 2x1 en El Salvador Divers. Fue una de esas veces en que pides al universo y él contesta ipso facto. "Ni modo, démosle", pensé.

Llegué a la DiveShop, pagué, coordiné la primera clase y de pronto ya estaba en la misma semana aprendiendo a usar los implementos en la piscina. Y 8 días más tarde, probándolos en el Lago de Ilopango. Sí, sí me dio miedo. Sí, sí me estresé mientras bajaba. 


Recuerdo que me senté en el fondo a 18 pies (no soy bueno para las medidas) y tuve un pequeño ataque de pánico. "Señor, llévame a tu presencia en este mismo momento, no quiero estar aquí, qué hago aquí. Señor, no quiero sufrir, llévame ya, fulmíname con un rayo". En medio del ataque una segunda voz entró en escena con la pregunta: "¿Podés respiras?", la respuesta fue sí. ¿Entonces, cuál es el problema?, repreguntó. La respuesta en la más histérica manera posible dentro de mi cabeza fue: Sí, pero no puedo correr, no puedo gritar, no puedo... "¿Pero estás respirando?", interrumpió. Empecé a respirar profundamente por el regulador y contesté afirmativamente. 

"Ya estás aquí, tratá de disfrutarla", aconsejó severamente y sintonizó Under the sea de la Sirenita. Hicimos los ejercicios y empezamos el buceo recreativo ya un poco más tranquilo, más relajado. 

Hoy fui a bucear por segunda vez en Los Cóbanos, es temporada de buceo, y en la segunda inmersión, a pesar de que teníamos 5 metros aproximadamente de visibilidad, nos acompañó durante más de la mitad del trayecto el canto de las ballenas. ¡Increíble experiencia! Y eso que solo las escuchamos.

Ahora entiendo por qué podés volver el buceo un estilo de vida.

Playa Los Cóbanos

Les quiero compartir mis experiencias de este aprendizaje.

1. Todo, todo, todo, todo es un proceso
A veces queremos las cosas ya, al instante, zaz y nos volvemos hasta inconsecuentes e irracionales. Sí, sobre todo cuando uno es un control freak (n_n). Pero la flotabilidad - el arte (sí, es un arte, dentro del agua) de ir buceando sin chocar contra el piso, una piedra o los otros compañeros - es algo aprendido, una combinación de inhalar y exhalar más los pesos y el aire en el chaleco. Yo aún choco por todos lados, falta de práctica.


2. Aprendí a respirar 
Es increíble que tengo que ir a un lugar donde lo natural es no respirar, para aprender a hacerlo. De eso se trata el buceo, de respirar. Todo está en respirar, relajarse y disfrutar el paisaje. No hay mejor ejemplo que Crush, la tortuga de Nemo. Suaave...

3. Trabajo en equipo para sobrevivir y disfrutar
Cada vez que vas a bucear te encuentras con diferentes personas, de diferentes nacionalidades y diferentes profesiones. Pero desde la lancha creas un ambiente de camaradería que te hace sentir tan bien que cuando te sumerges vas seguro porque sabes que te van cuidando la espalda y vos también vas pendiente del resto.

4. Disfrutar el paisaje
Estar abajo del agua, sí, da miedo, pero adentro el mundo se expande, se abre. Es como si nada más existiera. Los rayos del sol deformándose entre las corrientes, las ballenas cantando, los peces loros, los cardúmenes de colores, los corales, las formaciones rocosas... es indescriptible, hay que vivirlo.

5. Cada nivel vivido nos prepara para el siguiente
Para bucear hay niveles que te permiten adquirir conocimiento más profundo, mayor alcance a la hora de bajar, mejores técnicas, etc. Y así vamos en la vida, cada aprendizaje nos prepara para uno más. Cada experiencia nos sirve de referente para actuar mejor en la siguiente similar. Todo se va complicando un poco más, pero con el adecuado conocimiento, el asunto termina fácilmente.

Lago de Ilopango
Me falta mucho, pero mucho por aprender pero como dice Dory: nadaremos, nadaremos, nadaremos...



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