[Madame et Señor: el paso del tiempo]

Hay momentos en la vida que no tienen retorno, sobre todo aquellos que tienen que ver con el tiempo o precisamente con el envejecimiento. Uno de esos momentos es el grito que hemos hecho al encontrar la primera cana o el que hicimos al encontrar esa arruga en el rostro que no estaba ahí un día antes. Pareciera que hubieran estado acechándonos.

El drama de estos descubrimientos es personal, pero lo peor, lo peor, lo peor, lo peor es cuando alguien en público nos llama "señor o señora". De ahí no hay marcha atrás.

Me pasó en diciembre, en ayunas, a mis 33 años. 

Estaba en un restaurante, había pedido unas empanadas para desayunar cuando la cajera pregunta al mesero: ¿Qué pidió el señor?. No escuché la respuesta del mesero. Pero instintivamente pensé Que pague el señor primero. Mientras hacía mi reflexión giré mi cabeza a la izquierda y nada por aquí, a la derecha y nada por ahí. Veo hacia atrás y ¡oh sorpresa! No había nadie. Por tanto el único señor presente en el lugar era YO!!!!!

Mi primera reacción fue hacer la pregunta "¿Soy yo el señor?" Con un poco de vergüenza la respuesta fue: Sí, es que para evitar problemas le decimos a los clientes señor y señora.

Salí de ahí con el ánimo por los suelos, hasta el hambre se me quitó.

Dos semanas más tarde otra prueba. Estábamos por entrar al Castillo de Versailles cuando el de la puerta, viendo hacia abajo, me dice: Pase, madame. Cuando levantó la vista se puso rojo y se disculpó. La excusa fue que era 26 de diciembre y que andaba aún cansado por las fiestas. Le dije que no había problema.

Horas más tarde en una tienda de souvenirs, la cajera viendo lo que yo llevaba me dice: Son 3 euros, madame. Mi amiga empezó a matarse de la risa, inmediatamente ella reaccionó me vio y se disculpó aduciendo que eran las fiestas y que todavía sentía los estragos del alcohol del 25. 

Llegamos a París, entramos a una farmacia y mientras mi amiga veía unos productos, yo le pregunté: ¿para qué es esto? Se dio vuelta con una cara de extrañeza para luego morirse de la risa y contarme que escuchó la voz de una señora y que su cara era una interrogante de por qué esta mujer le hablaba en español.

Después de ese "señora" día, pensé necesito que me crezca la barba.

Sin embargo una semana más tarde, con barba y todo fui de nuevo madame. Algo tenía el aire de París o el sobretodo que andaba puesto, o ambos. Y pensé si por lo menos hubiera sido madamemoiselle.

¡Ah! el tiempo es implacable y una vez le dicen a uno "señor" o "madame" no hay vuelta atrás. 

Y he aquí una solución temporal que leí de la Gente anda diciendo. Muy buena.



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