las edades del amor: la adolescencia

Una vez discutiendo con mis amigas y después de repasar varias veces en las últimas semanas algunas de las películas de princesas de Disney, nos percatamos de algo: ¿por qué las princesas se casaban a los 16 años?


Sí, es cierto, la época. 

En la edad media creo que era común que las jóvenes se casaran a temprana edad, incluso hay regiones en todo el mundo donde es normal formar una familia casi saliendo de la adolescencia, sobre todo para ellas, por aquello de la reproducción.

Obviamente los tiempos han cambiado y la revolución feminista ha logrado que las mujeres busquen su satisfacción personal no solo en su matrimonio, sino también en otros ámbitos y campos.

Sin embargo al analizar la adolescencia nos damos cuenta del porqué esos romances son para “toda la vida”.

Uno, porque a esa edad toda la vida es el presente, el momento, el ahora. Tenemos la seguridad de haber alcanzado la suficiente madurez y contamos con las energías para comernos al mundo, ese que estamos explorando y que nos parece tan pequeño. Dos porque todavía tenemos una mente inocente -la mayoría- y creemos en lo que nos dicen. Tres, ni el miedo ni la comodidad se han apoderado de nuestro cuerpo, así que podemos agarrar nuestra mochila y marcharnos a cualquier parte. Cuatro, luchamos por nuestras convicciones y si se presenta alguien como nuestra bandera de causa de amor, vamos a defender ese amor contra todo y todos: dragones, embrujos, maldiciones, etc.

En resumen, a esa edad es más fácil enamorarnos.

Porque dígame si el Príncipe Azul hubiera tenido 32 años, ¿se habría llevado fácilmente a Blanca Nieves después de haberse escapado de la casa y haber vivido con 7 hombres? ¿O la Cenicienta, a sus 28 años, hubiera dejado que el tipo con el que bailó toda la noche la anduviera buscado al día siguiente con la policía, porque eso se llama acoso? ¿O Aurora se hubiera casado con el tipo que la despertó de su siesta... o sea, cómo entró al cuarto donde dormía plácidamente? Y es que a los :: enta :: somos más cínicos, incrédulos y menos inocentes.


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