[dar clases]

esto de dar clases es una constante ida y venida de sabores y sin sabores, pero tan satisfactoria.


uno organiza el tiempo en función de los parciales, de entregar las notas, de preparar clases, de ir a la biblio, de responder mensajes y preguntas, de calificar -la peor parte de la profesión, siempre he dicho que prefiero estudiar para 20 exámenes que calificar 60 papeletas- y de otro sinfín de cosas más que tienen que ver con la cátedra y otro sinfín más que se refieren a la vida.


amo dar clases y este año ha sido uno de los más sorpresivos en mis 4 ciclos de vida catedrática. 


sentí que mi corazón se salía del pecho al ver a mis primeros estudiantes pasar a recoger su título de profesionales, fue una explosión de emociones. También saber que unos están ya terminando sus proyectos de graduación y han obtenido notas sobresalientes, lo hacen sentir a uno como pavo real, con un gran orgullo.


imagino que el aula es como la casa y uno es como el papá y la mamá, que tiene que descubrir las potencialidades de los hijos para explotarlas al máximo, porque al fin de cuentas uno solo es un guía que tiene que dar lo mejor de sí para que ellos también lo hagan en un período de 5 meses.


para mí, que redacten su primer concepto es como que den sus primeros pasos y que armen su primer campaña es como verlos manejar.


he tenido buenos hijos, malos y peores. a veces uno como maestro quisiera también escoger a sus estudiantes, así como los estudiantes tienen la opción de inscribir la materia en la sección uno o dos, cuando abren esa posibilidad.


los buenos, lo obligan a uno a prepararse más, a ser más astuto, más creativo, más exigente. uno sabe que obtendrá un producto de calidad, que superará las expectativas, que lo van a sorprender.


los malos, lo arman a uno de paciencia, de valor, de coraje, de enojo, de creatividad para explicar las cosas más de tres veces, a ser exigente; porque uno sabe que hay un potencial ahí, sabe que puede pedir más. Uno se sorprende y se alegra cuando lo logran, porque sabe que vencieron sus límites, que solo necesitaban un pequeño empujoncito para brillar y se convierten en excelentes, y uno llora por la metamorfosis y uno los admira y uno los adora.


los peores, por más que uno quiera, no les saca ni una gota de sudor, ni una pizca de motivación. Es válida su posición. uno entonces pide el mínimo esfuerzo para pasar y lógicamente tendrán la mínima nota. 


yo también fui buen, mal y peor estudiante y como catedrático hago lo mejor que puedo.


pero lo que me da más satisfacción de todas, pero más satisfacción, es que después de un ciclo puedo decirles a algunos de mis ex alumnos: amigas / amigos y eso -como dice un eslogan por ahí- no tiene precio.



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