[29 historias de amor: el inexperto]

amaneció de golpe. pero su cuerpo y su cabeza no podían despertarse, así que apretó más la almohada hasta media hora después que volvió a sonar la alarma. ni modo la vida continúa. 


¡arriba!, se dijo.


se metió a la ducha con la parsimonia de una enferma recuperándose de unas múltiples facturas y en efecto terminar con 25 años de matrimonio más el noviazgo había aniquilado su deseo por vivir. abrió la llave y el agua fría recorría su cuerpo, ese que solo había sido suyo y de él. se frotó las lágrimas que empezaban a brotar, suspiro como tratando de tragarse toda la tristeza y como pudo salió de la ducha lo más rápido posible.


se vistió, distrajo sus pensamientos y preguntas con el día a día del trabajo, entre las teclas de la computadora y los correos electrónicos.


no se dio cuenta de la hora hasta que vio las estrellas en el cielo. salió directo a su carro. arrancó, encendió la radio y se puso en marcha. el semáforo se puso en rojo, ella paró y volvió a ver a su lado. un hombre guapo iba manejando el carro contiguo. por primera vez lo notó, después de tantos años de entrega, notó la boca de otro hombre, los ojos y se estremeció con las manos. 


la luz verde anunció el cambio y la visión se perdió al final de la calle. hizo el cambio y la máquina avanzó. se sentía rara como despertando de un sueño. en toda su vida solo había tenido un amor, un hombre, con él había conocido el cielo, el infierno, el purgatorio. se sabía de memoria cada parte de su cuerpo, cada tono, cada mirada, cada nueva cana...


de pronto en medio de la calle, el carro se detuvo. 


se petrificó de pensarse sola en ese gran espacio donde conviven hombre y mujeres buscando el amor. ella siempre había estado protegida, había sido una elección de toda la vida y de repente estaba ahí, de nuevo, en el mercado de la soledad sin ningún tipo de armas, ni artimañas, ni siquiera herramientas o ideas que pudieran defenderla de cualquier situación. sintió un vacío en el estómago no sabía comportarse en un mundo sin pareja, no sabía de códigos ni de reglas, ni qué hacer ni qué no hacer, qué decir ni qué decir. era como una niña entrando de un solo golpe al mundo romántico de los adultos.


¡mierda! no solo estoy sola, sino también perdida, le dijo a la luna. 

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