[de música y conciertos ligeros]

los hombres eran para él como los cantantes y los conciertos.


podía escuchar muchos, disfrutar largas horas con una canción en especial que le había tocado el alma o lo había puesto a bailar como desquiciado... pero para ir a un concierto, realmente se lo pensaba.


pasaba horas reflexionando si merecía la pena gastar el dinero, enfrentarse al tráfico para dejar el carro tirado en alguna calle con luz y rezando para que no le fuera a pasar nada, hacer una larga fila para poder entrar, llegar a buscar los asientos, estar entre el tumulto de gente, cantar a grito pelado las canciones que se podía...


en fin, cuando ponía en balance y equilibraba los inconvenientes con los convenientes y el resultado era positivo, entonces se tiraba con todo porque valía la pena.






y a veces, en realidad en la mayoría de los casos, cuando aceptaba y compraba los boletos y se disponía a entrar al concierto, a veces, resultaba que el concierto había sido cancelado.

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