[la camisa cuadriculada]

se despertó un par de minutos antes que el despertador. el suficiente para ordenar las ideas y darse cuenta de que había dormido con aquella camisa cuadriculada, la misma que hurtó en medio de la madrugada después de hacer el amor por dos horas, la misma con la que se habían encontrado en aquel bar de mala muerte donde van a parar las almas incansables del viernes, la misma que había caído al suelo cuando empezaron a meterse mano por primera vez antes del almuerzo del sábado.

se levantó y sintió la ausencia de sus brazos, de aquel cuerpo que se había hundido varias veces en el suyo.

agarró la toalla, se metió al baño y empezó a desabotonar la camisa a cuadros, suave y delicadamente. la dobló y se metió a la ducha para lavar las caricias y los besos aún pegados en la piel, pero por más que quiso quitárselos seguían ahí haciendo cosquillas. 

salió del baño con la camisa en la mano, puso música en la compu, mientras buscaba la ropa para ese día laboral. se arregló con un poco de dificultad y, después de bailar con la camisa cuadriculada aquella canción en italiano que le había hecho perder cualquier rastro de cordura antes de entregarse por completo, se colgó una sonrisa brillante y reluciente.

se marchó y cerró la puerta tras de sí, no sin antes extender la camisa a cuadros como una bandera sobre la cama, porque se sentía territorio conquistado a fuerza de besos, mordidas, caricias, risas, francés, películas y cosquillas... aunque sabía que esta noche pondría un poco de resistencia antes de rendirse por completo después de quitarle otra de sus camisas cuadriculadas.

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