much “I do” about nothing

¿Cuántas veces conocemos a alguien y en nuestro intento por conquistarle ponemos nuestro corazón en modo “available” y entregamos todo, pero toooodo?

Lo peor es que esa es nuestra estrategia de conquista siempre.

Nos encontramos, nos vemos, escribimos mensajes, hacemos llamadas sorpresas, enviamos correos, creamos espacios para coincidir y que las reuniones no sean tan casuales ni tan planificadas, tratamos que sean espontáneas.

Trazamos un plan, descubrimos poco a poco lo que le gusta, vamos haciéndonos familiares y lo que más deseamos es convertirnos en indispensables. ¡Atención! Muchas veces puede parecer que somos obsesivos y caer incluso en el acoso y entonces –a pesar de todos nuestros intentos- conseguimos rechazo y repulsión. Otras veces demostramos cuán necesitados estamos de cariño, amor y afecto, que llega una vida y nos aferramos fervientemente.

El problema de comportarnos de esta forma es que perdemos rápidamente el misterio, nos mostramos tan interesado y deslumbrados que le ahorramos a la otra persona todo el esfuerzo de conquistarnos. Nos quedamos desnudos, vulnerables, transparentes que ni nos notan y pierden el interés.

Nos vestimos de payasos, domamos leones, cocinamos comida internacional, hacemos acrobacias, nos cambiamos de look cada 5 minutos talvez así le gustamos más, cantamos en karaoke, nadamos con tiburones, probamos pez globo… hacemos lo que sea para agradar a la otra persona, llegamos hasta el límite, nos desgastamos, matamos nuestra alma, dejamos nuestra piel, quemamos nuestra sangre y cual ave fénix seguimos reinventándonos para sacar nuevo material, estamos “boquita qué querés” “sus deseos son órdenes”…
Al final la otra persona se puede aprovechar de nosotros, pero obvio nosotros lo hemos permitido.

Pusimos en marcha todo un plan que, lejos de dar resultados positivos, nos ha perjudicado como si un enemigo hubiera peleado contra nosotros.

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