La princesa II

Se volvió a sentar, tenía ganas de llorar pero se mordía los labios para evitar que las lágrimas salieran de sus ojos, rodaran por sus mejillas y cayeran al piso. A pesar de su resistencia, su corazón se había quebrado en dos, luego en cuatro, 8, 16, 32, 64, 125, 256, 512, 1024, 2048, 4096, 8192…

Será difícil reconstruirlo de nuevo, acababa de hacerlo. Sin embargo en aquella ocasión, el golpe no había sido tan duro; por el contrario ahora tenía huellas en la piel que llegaban hasta la frágil cobertura de su alma. No era la primera vez que le pasaba, para ser exactos era la tercera vez que le pasaba después de que había bajado de su torre, montado a caballo en búsqueda de su príncipe azul. El problema actual radicaba en el tiempo entre el segundo y el tercer golpe, un mes de diferencia. Eso era insoportable.

Como princesa y como digna portadora del emblema de un felino en su escudo familiar, había luchado en los tres casos como gata panza arriba. Nadie podría reclamarle que no había hecho hasta lo imposible por sus los tres hombres que amó, nadie podría reprocharle ninguna acción, excepto su inocencia y facilidad para caer. Siempre tenia algo que alejaba a sus amantes, pensaba si la maldición de las criaturas de la noche la tocaba; por tanto ella sería parte del grupo.

¿No era lo suficientemente bella o lo bastante inteligente, a lo mejor era muy tonta, qué tenía y qué le hacía falta? Un sabor amargo le corría por la boca: el dolor del adiós, y uno dulce: un nuevo camino por recorrer.

Entonces suspiró, secó una traviesa lágrima que había escapado, dejó de morderse los labios, se levantó y bailó para alejar a la tristeza y al dolor, agarró los pedacitos de corazón, montó su caballo y se dirigió por un nuevo camino. Se fue con el corazón roto, pero pegado a medias con cita adhesiva, con lágrimas de alegría y con dos bolsas: una llena de buenos recuerdos y la otra repleta de esperanzas y ganas locas de volverse a enamorar.

03. V .2005

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